Daniel Colodenco
Escribir sobre las Escrituras
Actualizado: 28 may 2020
Escribir sobre las Escrituras pareciera un acto de redundancia. Pese a ello, aún se sigue escribiendo. Se discute si aquello que en ellas se relata es históricamente exacto o si proviene de la imaginación exegética. Si su pluma es producto de la revelación divina o de la creatividad humana. Si aspira a la convivencia o predica la violencia y la intolerancia.
Las diferencias de abordaje respecto al texto bíblico son, esencialmente, interpretativas. Un sacerdote católico ve en la historia del sacrificio no-consumado de Isaac un anticipo de la entrega de Jesús, para un rabino se trata de un ejemplo de obediencia a La Ley, pero un pensador secular lo entenderá como un momento de inflexión histórica, en el que se abandonan los sacrificios humanos.
Lo que resulta indiscutible es que la Biblia es un texto vigente, entre otros motivos, por haber posibilitado la interpretación, la diversidad de lecturas, el diálogo con sus lectores, por haber permitido expandir y actualizar el sentido de su discurso (1). La Biblia, nos recuerda Northrop Frye, "constituye un elemento importante de nuestra tradición imaginativa, más allá de lo que aceptemos creer de ella." (2)
En la tradición judía se ha tenido hacia el texto un trato reverencial, el de un libro sagrado, una palabra divina y el sinónimo escrito de La Ley. Aún así, siempre se temió que esa veneración terminase convirtiendo al texto en un ídolo, es decir en un objeto mudo que sólo ofrece una única y definitiva posibilidad de lectura. Toda vocación de interpretar surge de la libertad que provoca la desconfianza en el único sentido. Puesto que más allá de la infinidad de relatos e historias que lo habitan, el núcleo y el mensaje implícito es La Ley. "Uno no dialoga con la Ley, la hace hablar" nos recuerda Pierre Legendre (3). La Biblia es un texto que habla, que durante siglos fue leído en público, ante oyentes atentos y encantados, que sintieron y comprendieron con claridad meridiana su vínculo carnal con el mismo, que les exigía comportarse según sus preceptos. Es un texto que convoca. Gracias a esa oralidad que implicó la lectura pública, se generó un torrente imparable de comentarios e interpretaciones. Gran parte de aquello que conocemos como tradición judía se encuentra en esa práctica interpretativa inspirada en el texto bíblico. Una tradición que amplió los márgenes del Libro, lo enriqueció de nuevos significados, de diferentes posibilidades y sentidos. La Biblia se convirtió así en un texto preñado por la fecundación de sus múltiples intérpretes.
Pese a que la Biblia es, para la tradición judía, casi un sinónimo de La Ley, en ella no falta el humor ni el absurdo. Sarah queda embarazada a los 90 años de su primer hijo (Isaac) con su marido de casi 100. El nombre del hijo alude directamente a la risa, a la sonrisa y también a la ironía. En el texto se jugará una y mil veces con ese significado del nombre del patriarca. Los juegos de palabras son parte esencial del texto bíblico. Muchos de ellos son intraducibles a otros idiomas. Pero, como nos recuerda Marc Alain Ouaknin (4): "son una manera de reintroducir lo viviente y el dinamismo en la lengua y en el ser que se olvida de vivir y gozar. La risa es aquello que produce un resplandor al introducir un soplo, un movimiento de espaciado dentro de la palabra. Dicho soplo afloja, de-limita la palabra, la abre a otras palabras, a otras frases, la inscribe dentro de los conjuntos inestables."
Sin embargo, para la mayoría de los habitantes del planeta, la Biblia es accesible sólo por medio de traducciones; interpretaciones también, que intentan acercar dos mundos no siempre conciliables. Steiner nos recuerda que el lenguaje es el "adversario de la traducción." (5)
(1) Daniel Colodenco, "Génesis. El origen de las diferencias", Lilmod, Buenos Aires, 2006.
(2) Morthrop Frye, "El Gran Código", Gedisa, Madrid, 1988.
(3) "Jouir du pouvoir", Editorial de Minuit, Paris, 1976.
(4) "C'est pour cela qu'on aime les libellules". Calmann-Lévy, Paris, 1998.
(5) George Steiner, "Pasión intacta", Siruela, Madrid, 1996.
Nota publicada originalmente en "El libro de los Libros: Miradas contemporáneas" en 2006.